Pepe Torres en Casa del Arte Flamenco Granada

El mes de agosto en casa del arte Flamenco ha tenido el honor de contar con el grandísimo Pepe Torres. Desde nuestro tablao no nos queda más que agradecer la presencia de este grandísimo maestro que nos ha regalado su flamenco añejo, viejo y de pellizco directo desde Morón de la Frontera.

Adjuntamos el artículo que ha reproducido Ideal entre sus páginas de la versión impresa sobre la actuación de este gran artista:

Hay bailaores que tienen nombre, que tienen fama, que tienen imagen, que llenan teatros sin alcanzar a veces la calidad deseada. Hay otros bailaores con menos nombre, sin fama y sin imagen, al menos para los profanos, que rozan sin duda la excelencia. Pepe Torres, nieto de Joselero de Morón y sobrino nieto de Diego del Gastor, es un ejemplo de ello. Su baile es exacto y varonil, aunque no duda en rubricar delicadas redondeces con su elegante braceo. Su planta es gitana y su propuesta natural, sin aspavientos ni ejercicios gimnásticos, cuajada de compás y emoción. Es pausado y rápido a la vez. Marca como pocos, haciendo del desplante una obra de arte de las que pellizcan. 

El jueves pasado, Torres visitó la Casa del Arte, un rincón privilegiado por su cercanía, por su sonoridad, para ver flamenco en la Cuesta Gomérez. Estuvo acompañado por Antonio Campos al cante y Luis Mariano a la guitarra, un cuadro siempre inspirado. Como partenaire al baile, contó con la presencia de Raquel ‘la Rempompa’. Comenzó la noche con unos fandangos de Huelva por parte de los músicos, especialmente emocionantes cuando se asomaron a Alosno a los postres. La bailaora granadina, nacida en Málaga, demostró su poderío en unas cantinas llenas de fuerza y de cambios, con unas escobillas agradecidas, aunque más largas de la cuenta. Fuera de serie, como acostumbra, fue Luis Mariano haciendo unas bulerías en solitario con la sonata, para las que requirió el efectivo compás de “El Cheyenne” y de Javier Martos, presentes entre el público. 

El momento cumbre la velada, como no podía ser de otra manera, lo protagonizó el moronero.

Como si nada abordó una soleá de peso, sin una linea contínua, es decir, con momentos brillantes que se sucedían con un ole inevitable. Pepe Torres sabe colocarse y recogerse de una manera tan personal como atávica. De nada abusa y nada de lo que hace es innecesario. Terminó la velada con un poquito de bulerías. 

Desde casa del Arte Flamenco Granada solo nos queda agradecer a Pepe su presencia entre nosotros. 

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